Gail Martin - Como Si Me Quisieras, novelas romanticas
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//-->Como si me quisierasGail MartinComo si me quisieras (2003)TÃtulo Original:Let's pretendEditorial:Harlequin IbéricaSello / Colección:JazmÃn 1741Género:ContemporáneoProtagonistas:Derek Randolph y Jessamy CosetteArgumento:En el instituto, Derek Randolph habÃa sido la pesadilla de Jessamy Cosette...Ahora, sin embargo, era un atractivo soltero con una sonrisa irresistible. No era deextrañar que Jess hubiera accedido a hacerse pasar por su amada novia para ayudarlo aconseguir un ascenso en su empresa. En poco tiempo, Jess se dio cuenta de que deseabacon todas sus fuerzas que Derek hubiera cambiado de verdad, porque su impostadoromance se estaba volviendo cada vez más real...Derek apenas podÃa creer que aquella chica delgaducha a la que tanto habÃa atormentadose hubiera convertido en una mujer irresistible. Y él se morÃa de ganas de demostrarle loque sentÃa por ella. ¿SerÃa posible que dos antiguos enemigos se convirtieran enamantes? Por su parte, Derek estaba totalmente seguro de que las cosas serÃan muchomejores cuando dejaran de fingir.https://www.facebook.com/novelasgratisCapÃtulo 1¡Maldición! Esforzándose en ver más allá de la cortina de agua contra la que nadapodÃan los limpiaparabrisas, Jessamy Cosette sintió el ruido sordo de un pinchazo.HabÃa recorrido cuatrocientos kilómetros desde Cincinnati sin ningún problema yestaba a tres kilómetros de su destino, Royal Oak. Pero estar cerca no era estar allÃ.Se retiró al arcén de la autopista y dio un puñetazo en el volante. El veranillo de SanMartÃn, que llevaba imaginando todo el dÃa, se esfumó de su mente como las hojasdoradas que se llevaba el viento. El cielo estaba oscuro y tormentoso, y los muros dela autopista la rodeaban como un cañón de cemento. Lo único que veÃa en suimaginación era su propio cuerpo ahogado flotando en la autopista… perdido parasiempre.Desde que habÃa recibido la llamada de Meg Sullivan, dos semanas antes, Jess se lohabÃa pensada dos, tres y cuatro veces. Volver a casa para la celebración delcentenario del instituto y ver a su mejor amiga era una idea maravillosa, pero viviren la misma casa que el hermano menor de Meg, Derek Randolph, le apetecÃa menosque un dolor de muelas.Jess no habÃa visto al enorme y detestable jugador de fútbol desde que acabó elinstituto, cuando a él aún le faltaban dos años para hacerlo. Pero no lo habÃaolvidado, habÃa sido su tormento durante años. Si volvÃa a llamarla «Palillo» o«Francesita», lo matarÃa.Miró cómo las luces traseras de coche tras coche desaparecÃan a toda velocidad.ParecÃa que si querÃa seguir su camino, tendrÃa que ser ella misma quien cambiara larueda, y no lo habÃa hecho en su vida. Mientras observaba la imparable tromba deagua, se preguntó temerosa si esa serÃa la autopista de Detroit en la que se habÃanproducido tantos robos y asaltos a conductores.El cielo seguÃa de color gris pizarra y no parecÃa que la lluvia fuera a amainar. Conun suspiro, se armó de valor y oprimió el botón que abrÃa el maletero. Quizáencontrara algo útil allÃ.Jess salió del coche pensando en su precioso paraguas de colores, colgado en elperchero de casa. Unos segundos después, completamente empapada, abrió elmaletero; allà solo habÃa una rasqueta para el hielo. Los chorros de agua que le caÃanpor el rostro se unieron a sus lágrimas. Se miró la blusa empapada, que se le pegabaal cuerpo como una segunda piel, y se sintió fatal.Unos faros iluminaron el interior del maletero. Jess se dio la vuelta asustada y miró elcoche que se detenÃa, preguntándose si lo hacÃa para ofrecer ayuda o por razones másinquietantes.Un hombre alto y fornido salió del coche, abriendo un paraguas negro. Iluminadodesde atrás por los faros, su espalda parecÃa ancha y atlética, de gigante.Esforzándose por ver su rostro, Jess observó al desconocido, que cruzaba los charcosen su dirección. Decidió que no era muy probable que un ladrón utilizara paraguas.Escaneado por Polylopez y corregido por LailaNº Paginas 2-90https://www.facebook.com/novelasgratis—¿Algún problema? —preguntó él, protegiéndola con el paraguas. Ella se sintióenvuelta por un olor fresco y boscoso. Sintió vergüenza al imaginarse el aspecto quetendrÃa con el pelo empapado y pegado a la cabeza.—Un pinchazo —replicó Jess, atisbando de reojo su interesante rostro. Señaló larueda trasera—. Parece que no tengo rueda de repuesto ni una de esas... bombas.—¿Una de esas bombas? —repitió él, arrugando los ojos. El gesto le resultó familiar aJess.—Ya sabes, una de esas cosas para levantar el coche —explicó, haciendo un gesto conla mano.—¿Un gato? —dijo él con voz sonora y divertida.—Un gato —farfulló ella, humillada. Fijó la vista en la rueda, convencida de queprobablemente tenÃa la cara llena de churretones de rimel negro.Pero no tenÃa por qué haberse preocupado. El hombre no miraba su rostro. TenÃa losojos clavados en la blusa empapada, tan pegada al cuerpo que no dejaba lugar a laimaginación. Al ver sus senos tan claramente como si estuviera desnuda, Jess gimió yalzó una mano para taparse. Él alzó los ojos e hizo una mueca.—Supongo que será mejor que encuentre «la bomba». ¿Puedes sujetar el paraguas?—metió la mano en el maletero, alzó una sección del fondo y para sorpresa de Jess,debajo habÃa una rueda de repuesto y un gato—. Vaya, mira lo que hay aquà —exclamó él, mirándola de reojo.—Gracias. Ahora ya sé dónde buscar —se retorció de vergüenza por su ignorancia.TenÃa que poner «mantenimiento del coche» en su lista de cosas pendientes. A losveintiocho años, ya iba siendo hora de que aprendiera algo al respecto.—Es una lástima que escogieras tan mal dÃa para un pinchazo. Si no, te darÃa unalección —dijo él, sacando la rueda de repuesto.Jess se preguntó si le habÃa leÃdo la mente, mientras observaba su ancha espalda y susmusculosos brazos. Pensó que no le importarÃa nada que le diera lecciones.Inmediatamente, aparcó esa fantasÃa en la zona de su mente destinada a basura.Llevaba mucho tiempo dedicándose a su floreciente negocio de catering, atada a lacocina, con los dedos llenos de masa y cubierta de harina. El menú del dÃa no incluÃaaventuras.Cuando Jess volvió a centrarse, se fijó en los rÃos de agua que recorrÃan los brazos deldesconocido y chorreaban codo abajo. No sabÃa qué habrÃa hecho sin él.—Siento que te hayas mojado tanto. No sabes cuánto te agradezco que no pasaras delargo... como tantos otros.—No creas que no lo pensé, pero soy demasiado caballeroso —se giró hacia ella yguiñó un burlón ojo azul. A Jess se le aceleró el pulso.—Guando paraste, tuve miedo de que fueras un atracador —confesó Jess con unarisita.Escaneado por Polylopez y corregido por LailaNº Paginas 3-90https://www.facebook.com/novelasgratisÉl dejó caer la rueda en el suelo y ella siguió su caÃda con la vista, subiendo despuéspor sus largas piernas, caderas estrechas y estómago prieto.—¿Decepcionada? —preguntó él.Jess alzó la cabeza y vio que él miraba la zona que ella acababa de examinar, la queestaba más debajo de su cintura. Se ruborizó intensamente.—¿Decepcionada? No sé a qué te refieres.—Decepcionada porque no sea un atracador —dijo él torciendo la boca con unamedia sonrisa.—Oh, solo un poco —replicó ella, dedicándole una sonrisa de actriz de cine, aunquealgo humillada. Él no se movió y, durante un instante, Jess creyó reconocerlo. Loestudió y negó mentalmente con la cabeza. No. No podÃa ser.—¿Te resguarda bien el paraguas? —preguntó él, agachándose junto a la rueda ytitubeando como si esperara algo.—En realidad no —replicó ella. De repente, su dura cabeza comprendió la razón dela pregunta. Su función era protegerlo a él con el paraguas, no a sà misma. Turbada,lo puso sobre él mientras aflojaba la rueda.Cuando situó el gato en posición, Jess perdió el interés en la rueda y en el paraguas yse concentró en sus largas y fuertes piernas, embutidas en unos vaqueros empapadosy muy ajustados que se acoplaban perfectamente a un trasero prieto y bien formado.Incómoda con su observación, Jess volvió a mirar la rueda, diciéndose que quizádeberÃa volver a incluir las aventuras en su agenda.—Yo no me fiarÃa de esta rueda de repuesto —dijo el hombre—. Me parece que estápasada. Yo que tú la arreglarÃa cuanto antes —quitó el gato, se puso en pie y guardóla rueda pinchada y el gato en el maletero—. Pero aguantará de momento. Estrechólos ojos, escrutando su rostro, y entreabrid la boca como si quisiera hacerle unapregunta. Pero volvió a cerrarla y sonrió.—Muchas gracias —dijo ella, mirando la lluvia que le caÃa por la barbilla. Nunca sehabÃa encontrado con alguien tan guapo... Jess se detuvo a medio pensamiento.Nunca se habÃa encontrado con alguien tan caballeroso; recordó sus modales—.Permite que te dé algo por tu ayuda.—De acuerdo —dijo él sin dudarlo, y extendió la mano.Jess, que esperaba un «no gracias», disimuló su asombro. Mientras metÃa la mano enel bolso, oyó una carcajada. Alzó la vista.—Me conformaré con mi paraguas —dijo él. Ella miró la tela negra que la protegÃa dela lluvia, mientras él esperaba como Neptuno saliendo de las aguas. Le dio elparaguas.—Perdón. Soy algo despistada.—¿En serio? No me habÃa dado cuenta —agarró el paraguas y despidiéndose con lamano volvió a su coche. Encendió el motor y, en vez de marcharse, esperó a que loarrancara ella.Escaneado por Polylopez y corregido por LailaNº Paginas 4-90https://www.facebook.com/novelasgratisAún existÃa la galanterÃa. Empapada, Jess subió al coche, comprendiendo queacababa de permitir que el hombre de sus sueños se le escapara entre los dedos sintocarlo. Sonriendo por su ridÃcula fantasÃa, se incorporó al tráfico.Derek esperó. Era una mujer atractiva y guapa, que le resultaba familiar.Exceptuando las curvas que se apreciaban bajo la ropa húmeda, se parecÃavagamente al palillo de amiga que habÃa tenido su hermana en el instituto.Pero lo que se le habÃa grabado en la mente no era su figura, sino sus ojosalmendrados color avellana. Por no hablar de esos labios carnosos y suaves, quetanto le habrÃa gustado besar.HabÃa estado a punto de preguntarle si era Jess, pero no lo hizo por temor a quesonara a la tÃpica frase de ligue: «¿No te conozco de algo?». Dudaba que Jess sehubiera convertido en la sensual sirena que acababa de rescatar. Soltó una risita,asombrado por la sensación de anhelo que se habÃa instalado en su estómago.Cuando Derek pensaba en romance, recordaba con desagrado la situación en la quese encontraba. Gerald Holmes lo habÃa contratado para trabajar en el estudio detelevisión, pero su bella hija se habÃa convertido en una pesadilla. HabÃa cometido elerror de salir con ella un par de veces al principio y, aunque él habÃa dado marchaatrás, ella no. Holmes lo habÃa ascendido de recadero a corrector y después areportero, y habÃa empezado a preguntarse si los ascensos se debÃan a su talento o ala intervención de Patricia.Derek se encogió, volviendo a sentir la inseguridad de su adolescencia. En el institutohabÃa triunfado jugando al fútbol americano, pero se sentÃa torpe y gordo, y ocultabasu incomodidad bromeando y armando jaleo. Su fuerte era el deporte, no las chicas.En la universidad no habÃan considerado que su talento para el fútbol fuerasuficiente como para hacerle una oferta profesional. Se habÃa dedicado a los mediosinformativos y habÃa recuperado la confianza en sà mismo.Su éxito era innegable. RecibÃa cartas de admiradores, tanto hombres como mujeres,que alababan su talento, encanto y atractivo. Se encargaba de retransmitir las noticiasde última hora y, según decÃan, en la televisión parecÃa refinado y seguro de sÃmismo.Quizá por eso se habÃa sentido atraÃdo por la mujer empapada a la que habÃaayudado. Se habÃa convertido en su héroe por una sola razón: era el hombre que lahabÃa salvado de los atracadores; el hombre que sabÃa cambiar una rueda.A lo largo de los años, Derek habÃa ido transformando el exceso de grasa enmúsculos bien definidos, y ante las cámaras de televisión mostraba aplomo yconfianza. Pero en su interior, cuando algo le importaba mucho, volvÃa a sentirsecomo el payaso barrigón que lo sabÃa todo sobre el fútbol pero nada sobre lasmujeres.Jess vio la señal que indicabaEstá usted entrando en Royal Oak.Siguió la carretera ygiró hacia Maple Street, mientras la asaltaban los recuerdos. Meg y ella habÃanpasado muchos dÃas paseando por esa carretera. Desde que los padres de Jess sehabÃan trasladado a Arizona y su hermano a Colorado, no habÃa vuelto... hasta esemomento.Escaneado por Polylopez y corregido por LailaNº Paginas 5-90
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